miércoles, 2 de marzo de 2016

Transformando Cabeceros de cama en Arquibancas



Os muestro un par de bancas construidas a partir de cabeceros de cama reutilizados para este fin. Realmente se tratan de arquibancas, que a parte de servir de banco, a su vez son un arcón, ya que el asiento es abatible, lo que permite guardar cosas en su interior, por lo que son doblemente útiles.


También os dejo un tutorial donde podréis ver paso a paso, como se construyó una de ellas.








Este primer proyecto lo ha realizado Mª Cruz, una amiga. Lo muestro con su consentimiento, porque me parece que ha hecho un gran trabajo de reciclaje. La pena es que no hay fotos del proceso paso a paso, pero yo la he ayudado en todo el proceso así que os lo puedo explicar.


Hemos reutilizado el cabecero de una vieja cama para hacer el respaldo, y aprovechado partes del piecero para fabricar los brazos. También se aprovecharon las patas torneadas, que cortamos para poderlas trabajar por separado, y añadirlas a la estructura que compone el arcón.


La estructura del banco se ha construido, utilizando tableros y listones de pino.


La idea era aprovechar esta estructura para que no sólo sirva de asiento, sino que también pueda ser utilizado como arcón para guardar cosas dentro. Para ello la tabla del asiento es abatible, dando como resultado final, un mueble denominado arquibanca.


Se acabó con pintura blanca, desgastando los bordes con lija, y aplicando una pátina verde, logrando así un aspecto más natural.



A continuación voy a enseñaros un segundo proyecto de arquibanca, con el que explicaremos paso a paso su construcción.


Esta se hizo con un cabecero de cama de 135 cm que me encontré hace algunos años . Su acabado era un barniz industrial rojizo y tenía rejilla como parte de la decoración.
Se lo regalé a Julia, una amiga aficionada a la restauración, y que con sus ochenta años no le da miedo hacer cosas como ésta.

 No tengo ninguna foto de como era tal como lo encontré. Ella eliminó el viejo barniz pacientemente a base de decapante y después lija.También quitó la rejilla que tenía en los cuarterones, ya que no le gustaba. Pero así quedó tras quitar el barniz y la rejilla:





Julia, decidió, que quería hacer con el una arquibanca, después de ver lo bonita que quedó la que hizo nuestra amiga Mª Cruz con otro cabecero.


Este proyecto tardó tres años en terminarse. Durante este tiempo Julia ha contado con buenas amigas que le han ayudado con mucho gusto; entre ellas, la misma Mª Cruz, que ya contaba con su experiencia anterior.


Al igual que con el anterior, yo realicé el diseño y los planos de montaje de lo que sería la banca-arcón, o arquibanca, y así poder calcular la madera y material que haría falta.

Tengo que reconocer, que al principio estuve un poco recelosa con la idea de convertir el cabecero en banca, ya que a simple vista, el cabecero me parecía de un estilo demasiado refinado como para hacer un mueble tan rústico, y por otro lado no veía  clara la manera de anclar los brazos al cabecero. Asunto, que dicho sea de paso, en su día me llevó a más de una discusión con Mª Cruz acerca de como resolver el suyo; y tengo que reconocer que no quedé del todo convencida con la solución final.


Pero, en este segundo proyecto, al final se me encendió la bombilla de las ideas y encontré la solución.

Lo primero que hicimos fue poner unas alzas de madera a las patas del cabecero para elevarlo a una altura adecuada para que pueda servir de respaldo; y a éste encolamos y atornillamos un larguero de madera que cumple la triple función de refuerzo, nueva pata, y apoyo para el brazo.
 Así que el problema del brazo estaba solucionado




Imagino que se podría haber hecho de otra manera; seguro que existen soluciones mejores. 

Hago esta observación porque Julia me contaba que los carpinteros profesionales no entendían mis planos cuando se los llevaba para comprar y cortar las maderas que necesitaba.

Pero teniendo en cuenta que yo no soy carpintera, a mí en ese momento no se me ocurrió otra cosa. 
Creo que resultado final es bastante aceptable y la estructura resultó suficientemente robusta.

La junta entre la pata del cabecero y la pieza donde apoya y lo levanta se rellenó con masilla epoxi.

Lo primero que construimos fue la estructura de la parte trasera, compuesta del cabecero como respaldo, las patas traseras y, como refuerzo, un larguero de pata a pata ensamblado con caja y espiga.



Después se construyó la estructura delantera, y se unió a la trasera con cuatro travesaños, componiendo así los laterales. Añadiendo un travesaño más en la parte central inferior, como refuerzo. 
Así quedó el esqueleto:


Para que pueda apoyar el asiento o tapa sobre la parte trasera, nos haría falta un larguero más. El diseño exigía que se situara justo por debajo de donde acaba el panel inferior del cabecero,  y entre las dos patas de éste. Como dicho cabecero estaba bien encolado, y no queríamos desmontarlo para hacer un ensamblaje a caja y espiga como los demás, se me ocurrió que simplemente fuera encolado y atornillado por la parte delantera de éste.
Seguramente, este sería otro de mis apaños, que los carpinteros no entendían.

 En esta foto se ve dicho larguero, y un travesaño más que se puso en el centro como refuerzo; ya que el banco resulta muy ancho, y un vacío tan grande no da mucha seguridad para sentarse. Como veis, el ensamblaje de este último se hizo con cola de milano, y a media madera, tallando  y vaciando la madera con esta forma para poderlo incrustar en el larguero delantero y trasero.



Pero antes de encolar definitivamente éste último, se pusieron unas escuadras de madera en las esquinas de los largueros inferiores como refuerzo y como complemento de apoyo de la base, o fondo, del arcón, que también se aprecia en la fotografía.


Esta base se hizo con un fino tablero de DM, según aconsejó un carpintero a Julia, sin embargo yo hubiera diferido con él, y hubiera elegido un contrachapado, que me parece que tiene más aguante a la hora de soportar el peso de las cosas que se guarden dentro del arcón; pero debemos dejarnos aconsejar por profesionales...



Después se procedió a cubrir el esqueleto, de madera, con tablas, para ir formando las paredes del arcón.
Para ello, a la hora de ensamblar los largueros, se había teniendo en cuenta que quedaran dos centímetros más hundidos respecto a las patas. Ese espacio estaba reservado para el grosor de las tablas, para que estas quedaran más o menos al mismo nivel de la superficie de las patas.



Dichas tablas se pegaron al larguero en el hueco entre pata y pata, y se reforzaron con tornillos. Se pusieron sólo tres paredes; la trasera no se puso, ya que al no cumplir ninguna función estructural, convenía tenerla quitada para facilitar la manipulación por la parte interior del arcón durante el resto del proceso.



Esa tabla trasera se guardaría para ponerla al final, no sin antes haberla cortado y biselado los bordes.


Después se procedió a fabricar el asiento-tapa. 



Primero se cortó una tira de madera de un largo igual que la distancia entre brazo y brazo, y de unos 10 cm de ancho, de la misma tabla con la que fabricaremos la tapadera. Ésta se situará bajo el cabecero, sobre el larguero que habíamos atornillado anteriormente entre pata y pata. Será donde se atornillen las bisagras que abatirán la tapa-asiento.
Se contaron otras dos tiras más que se colocaron sobre los travesaños situados bajo la zona de los brazos. Estos tendrán la función de rellenar la zona del asiento que deberá esquivar la tapa al levantarse, para que ésta no choque con los brazos.


Estas tablas se encolaron y atornillaron a sus largueros o travesaños correspondientes.

Debajo de las laterales se colocó un listón de madera encolado a ellas, y sujeto con escuadras, para hacer de base de sujeción para la tapa.

Finalmente se cortó la tapa de forma que encajara en el hueco que habían dejado las tres tablillas, y se atornillaron las bisagras. Se pusieron tres bisagras de estilo rústico de forja.



Una vez que se comprobó que esta ajustaba perfectamente. Se colocaron en ella unos travesaños de una madera más fuerte, roble, para prevenir futuros alabeos y deformaciones de esta tabla tan grande. Estos se encolaron y atornillaron por la parte inferior de la tapa.

Después se enmasillaron las faltas y los defectos de la juntas con epoxi; porque a decir verdad, no quedaron perfectas. Pero nada que una buena masilla no pueda disimular.

Después de una buena lijada con lija de grano grueso, y posteriormente con grano más fino, se procedió a encolar los brazos. Esta labor no se hizo con anterioridad, para facilitar el proceso de lijado.

 Los brazos se fabricaron con dos pedazos de un larguero de madera, redondeándolos por la parte superior con una escofina.

Para sujetarlos al armazón, se taladraron y colocaron tres espigas de madera cada uno:



Y finalmente, después de aspirar bien el serrín y las virutas, se cubrió la parte trasera con la tabla que nos habíamos dejado sin poner anteriormente:



Después de otro repaso con la lija, quedaría listo para dar el acabado final.

A pesar de la notable diferencia entre las maderas nuevas y el cabecero, Julia decidió dejarlo con la madera vista.

El cabecero era de madera de haya, y aunque se había esmerado en limpiarlo y lijarlo, todavía quedaba cierta tonalidad del tinte rojizo del acabado original. Esto contrastaba con las blanquísimas maderas de pino y abeto con las que se ha construido la arquibanca.

Para igualar las tonalidades, primero se dio a todas las maderas, excepto al cabecero, un tinte fabricado con nogalina disuelta en agua y anilina roja. Posteriormente, cuando secó, se dio a todo el mueble un tinte al agua color roble. Así las maderas quedaron todas igualadas de color.



Después se procedió a barnizarla. Se dio unas manos de goma laca y después barniz sintético mate.

Pero aún no estaba terminada; le faltaba un detalle.



Julia tardó en decidir que iba a hacer con los cuarterones huecos que habían quedado tras quitar la rejilla del cabecero.

En un principio pensó en poner unas tabla decoradas con relieve, pero finalmente se le ocurrió decorarlo con un dibujo estarcido en tonos marrones, para que pareciese marquetería.

Para ello se sacó una plantilla con la forma de los cuarterones, ampliándolos con un margen de 1 cm. porque la idea inicial era encolarlos por la parte delantera del cabecero, tapando así la canal que albergaba la médula que sujetaba la rejilla original. Pero Julia pesó, que quedarían mejor encolados por detrás, dejando la ranura formando parte de la decoración.

Siguiendo el dibujo de estas plantillas se cortaron los cuatro cuarterones de un contrachapado, que se teñirían con los mismos tintes que el resto de las maderas.



Para la decoración de ellos, aconsejé a Julia un dibujo de un jarrón con tulipanes, que tenía en un libro de plantillas de estarcir. Este jarrón tenía el mismo estilo que algunos motivos decorativos que adornan el cabecero.

Tras mucho pensarlo y decidir si poner en los cuatro el mismo dibujo o combinar varios, tomó la decisión de hacer el mismo dibujo en los cuatro cuarterones, invirtiendo dos a dos los colores, para romper la monotonía.

Con ayuda de sus amiga; Puri, que recortó el dibujo en un acetato para hacer la plantilla, y Mª Cruz, que pintó el estarcido, y después de barnizarlos, quedaron preparados para colocarlos en la arquibanca.

Se pegaron con adhesivo de montaje y algún que otro clavito.

Y aquí ya se puede ver la arquibanca terminada:







Espero que os haya gustado